Años después, a los 24
años, Marie se dirigió a París a estudiar física y química en la
Sorbona. Claro que tuvo que vencer varios obstáculos, porque una parte
de ella quería quedarse en Varsovia junto a su padre. Así que se promete
volver en 3 años, después que termine su carrera.
Allá en París vivió en condiciones muy precarias, y solo se dedicó a estudiar, no importándole pasar frío, ni hambre.
Una noche de principios de año de 1894, acude a casa de cierto profesor polaco, que le había prometido presentarle al profesor Curie, que le podría conseguir una plaza para que ella realice sus investigaciones.
Allá en París vivió en condiciones muy precarias, y solo se dedicó a estudiar, no importándole pasar frío, ni hambre.
Una noche de principios de año de 1894, acude a casa de cierto profesor polaco, que le había prometido presentarle al profesor Curie, que le podría conseguir una plaza para que ella realice sus investigaciones.
"Cuando entré, Pedro Curie se hallaba en el alféizar de una puerta que daba a un balcón. Me pareció muy joven, a pesar de tener ya 35 años. Me impresionó la expresión de su clara mirada y una ligera apariencia de abandono así como su alta estatura. Su palabra era un poco lenta y reflexiva. Su simplicidad, su sonrisa, a la vez grave y juvenil, inspiraban confianza. Trenzamos una conversación que pronto fue amistosa. Tenía como objeto algunas cuestiones científicas sobre las cuáles yo estaba encantada de obtener su consejo" Más tarde de aquel casual encuentro ella sabría que la misma viva impresión que él causó a la muchacha, ésta se la produjo a Pedro Curie. Aquella mujer era bonita, encantadora, inteligente y joven. Y además de todo esto, era capaz de hablar sobre aquellas cuestiones con profundo conocimiento de causa y una pesura poco normal.
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